Diálogo interior, ¡No lo suspendas!

1Sam 1,12 “Como Ana estuvo orando largó
rato ante el Señor, Elías se fijó en su boca; pero ella
oraba mentalmente. No se escuchaba su voz, sólo
se movían sus labios.”

Todos tenemos un doble diálogo interior, uno con
nosotros y otro con Dios. Es preciso mantener ese
diálogo interior con Dios durante todo el día y aún en
la noche, pues es el alimento permanente de la gracia
de Dios sobre nosotros. Hay un momento en el día
o la noche en donde hacemos oración audible, pero
el diálogo permanente en silencio con Dios nos hace
estar siempre tomados de su mano. Con el podemos
ir comentando todos los sucesos de nuestra vida, lo
que vemos, lo que sentimos, lo que nos gusta y hasta
lo que nos disgusta. Como en el caso de Ana, también
Dios escucha nuestra oración mental, a ella le concedió
el hijo que pedía y a nosotros nos concede el hijo de
nuestra oración, es decir, nuestra súplica. No hay voz
más fuerte que la voz que sale de un corazón humilde
y sincero en oración, esa voz no es despreciada por
Dios, sino atendida con prontitud.

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Sal 139,1 “Señor, Tú me has examinado y me
conoces;
2 Tú conoces todas mis acciones; aún de lejos te
das cuenta de lo que pienso.
3 Sabes todas mis andanzas, ¡Sabes todo lo
que hago!
4 Aún no tengo la palabra en la lengua, y Tú
Señor, ya la conoces.”

Dios Padre de amor: que mis pensamientos y
mis sentimientos estén siempre unidos a ti durante
todo el día, Tú lo conoces todo y sabes lo que pienso,
por ello te consagro todos mis pensamientos, mis
palabras y mis actos, para que estén impregnados
de tu dulce amor.

Amén.

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Reflexión tomada del libro Una reflexión para cada ocasión I por Juan Alberto Echeverry

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